Después de muchos años de lenta remodelación, la emblemática Casa Panero ha cogido forma (que no fondo) y continúa haciéndolo, para unos, maravillosa, para otros, decepcionante, seguramente en función de los distintos recuerdos, expectativas y formas de imaginar la cultura.
Visiones particulares, todas ellas por mi parte reconocidas, pero hoy deseo reflejar la mía.
Me supone un esfuerzo enorme y baldío pensar en cultura sin pensar en infancia.
Imaginad que la Casa Panero pudiera ser el lugar donde los niños y niñas despertaran su imaginación y aprendieran a amar la escritura y a armar cuentos.
Imaginad que la Casa Panero abriera sus puertas cada mañana y dejara entrar y salir los sueños y los miedos en cualquiera de sus formas de expresión.
Imaginad que la Casa Panero tuviera sus habitaciones llenas de vida, que cada una de ellas albergara dentro todo lo necesario para darle forma a una creación artística, se plasme ésta en un lienzo, en un papel, en una partitura, en un canto rodado o en un trozo de madera.
Imaginad que la Casa Panero fuese un lugar ventilado, donde niños y niñas hicieran cola y se empujaran por entrar impacientes a inventar, a crear.
Imaginad que la Casa Panero nombrara sus salas, no por extraordinarios autores permanentes, si no por emocionantes e inesperadas denominaciones cambiantes, humanas y sobrehumanas, como “magia” “daño” “alegría” “ilusiones” “alma” “desencantos…”
Imaginad que la Casa Panero fuese un lugar seductor y sugerente, que todos los niños y niñas de nuestra ciudad recordaran en un unos años como el rincón que, sin remedio, les hizo Crecer.
Imaginad que el jardín de la Casa Panero fuese un jardín encantado… y encantado de esconder entre sus ramas, risas y conversaciones infantiles, esas importantes.
Imaginad que la Casa Panero fuese una fuente de inspiración para cualquiera de nosotros, el lugar desde el que creáramos conexiones entre lo que vemos, lo que sentimos y lo que imaginamos antes de plasmarlo en un poema, en una canción, en una escultura, en un cuadro.
Imaginad que la Casa Panero pudiera albergar dentro toda la vida que hay fuera…
Imaginad que la Casa Panero pudiera parir más poetas
Yo lo imagino
Carmen Villaverde